viernes, 25 de febrero de 2011

En tu universo

Llevo tiempo viviendo con miedo. No es el tipo de miedo que te impide levantarte de la cama para empezar un nuevo día, ni se trata de ese miedo que ejerce de freno de mano brusco cuando tienes delante decisiones importantes; menos aún hablo de alguna de esas teorías que incluyen el miedo innato hacia ciertas cosas. No.
Me refiero a ese miedo que te acecha cuando sabes que algo es frágil y puede quebrarse. A ese miedo que te invade cada vez que imaginas que lo que más valoras se te escapa de las manos como arena fina.

Ese pavor, temor, sentimiento amargo que todos llevamos instalado dentro y que se dispara como una alarma cuando algo va mal o amenaza lo que habíamos intentado cuidar tan bien. He intentado sacudirme ese miedo de encima innumerables veces y en ninguna de ellas me he alzado con la victoria.
Una especie de complejo napoleónico; mi particular Waterloo. Una fuerza mayor que muchas veces me ha desalentado y ha hecho que me derrumbe como un castillo de naipes. Y todos sabemos la rabia y la frustración que produce. 

Rabia y frustración, siempre cogidas de la mano en estos affairs...

El caso es que parece ser que después de tantos intentos, de incontables caídas y de, hablando claro, pegarme muchas hostias contra la misma pared, ésta empieza a desmoronarse. Y lo que veo al otro lado no es luz, no es nada que me induzca a pensar que todo esta bien. 
Tras ese muro estoy yo, una parte de mi que hacía tiempo que se hallaba dormida. Ahora ha despertado de su letargo y tiene ganas de comerse el mundo.

No quiero precipitarme, pero todo ha adquirido un matiz diferente para mi. Mi entorno, la gente que me rodea, aquellos a los que quiero y aquellos que me quieren por igual. No espero nada.
Bueno, en realidad sería un poco cínico decir que no espero nada; sí que espero algo.
Por ahora es solo una imagen, un gran castillo sin cimientos construido en el aire.
Pero esta vez siento que estoy avanzando, que una pieza se ha movido y desencallado los engranajes que activan el mecanismo. Por una vez siento que hay algo que puedo hacer para conseguir cimentar esa estructura.

Es una sensación muy agradable, de euforia contenida, gratificante. Sé que no puede durar para siempre pero voy a mantener el fuego ardiendo. Harto estaba ya de tener que conformarme con ascuas que apenas calentaban. Hay una hoguera ardiendo en mi interior, y no soy el único que está calentándose las manos ( o los pies) junto a ella.

Ahora mismo todo me parece más simple. Esos matices de los que hablaba hace un momento están bañados en tonos que antes no podía distinguir. Como si de un cuadro que se pinta sólo se tratara, ahora lo veo todo más claro. Mi universo se ha dejado de ser privado, de hecho nunca lo ha sido pero ahora lo siento lejano, como si me encontrara en un lugar diferente. Como si las cartas encima del a mesa se hubieran destapado mostrando que aunque no tenga una buena mano, puedo ganar.
Es como estar en tu universo, y joder, me encanta estar perdido en él.

Tengo hambre,
y voy a por ti.